Hace poco tiempo he pasado por una de esas épocas, en mi caso no es nada nuevo, leo bastante y variado y no es la primera vez que lo vivo, aunque cada vez me resulta igual de preocupante. De repente todo lo que leo no me entusiasma tanto como a las personas que tengo a mi alrededor, y empiezo a preguntarme ¿Qué ven esas personas en éste libro que yo no consigo ver?, ¿Por qué encuentran tantos mensajes y yo no consigo ver ninguno?. Nunca quiero ni de lejos pensar que haya perdido el gusto por la lectura, sólo de imaginárlo me da escalofríos, pero me preocupo y entonces empiezo una búsqueda frenética del libro que me devuelva a mi paraíso de letras. Mi primera reacción es siempre leer algo que no tenga nada que ver con lo que he leído en los últimos meses, para que tenga más posibilidades de sorprenderme y atraparme, esos dos magníficos verbos que me mantienen esclava y feliz entre mis libros. Ésta última vez se lo tengo que agradecer a Punset y a un libro que ya os comenté en este blog hace poco tiempo, "Adaptarse a la marea". El libro que me volvió a "meter en vereda" y me devolvió el gusto por todos los libros en general.
¿ Y a tí, te ha pasado alguna vez?
Me está pasando y creo que es por el estrés. Me paso el día dándole vueltas al coco con multitud de tareas, así que cuando cojo un libro quiero que me despeje atrapándome con una historia atrayente, con un lenguaje sencillito, a poder ser totalmente alejada de la realidad. Ese libro al que dedicas tu tiempo libre, al que estás deseando volver cuando no tienes más remedio que dejarlo. Para mi ese libro es, por ejemplo, una novela de Stephen King, de Fred Vargas, de Henning Mankell, alguna de ciencia ficción, de vampiros, de terror, novela negra..., en fin algo ajeno a la vida ordinaria, sencillo, sin pretensiones, sólo entretenimiento, un rato para no pensar.
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