sábado, 3 de noviembre de 2012

NUESTRA EDUCACIÓN LITERARIA

Siempre me sorprendo cuando leo que algún escritor hace referencia a distintos pasajes, a una gran variedad de autores de todos los géneros. Analizan y encajan sus impresiones en sus nuevos escritos como si de guantes se tratara.  Tengo que decir que normalmente estos escritores suelen ser extranjeros o conocidos especialistas del mundo de las letras, normalmente no son jóvenes y no suelen ser nuestros.
Y por esto no puedo evitar pensar que nuestra educación literaria es bastante deficiente dentro de lo que es nuestro sistema educativo (no creo que actualmente haya mejorado mucho).
Si me pongo a recordar la lista de lecturas que recibíamos en el colegio y en el instituto no puedo decir que en ningún caso se tratara de una lectura muy adecuada a la edad, ni que el estudio que hacíamos de las mismas nos sirviera como referente para ningún futuro ni cercano ni lejano.  Ninguna de esas lecturas se analizaba fuera de lo que era el comentario de texto y no creo que en ningún caso intentáramos captar más mensaje que el que se podría percibir con una primera lectura.
Es verdad que leímos a muchos clásicos españoles, pero los leíamos a edades en que no estábamos preparados para asimilar y comprender, y muchas de mis compañeras de entonces le tomaron una manía casi feroz a la lectura.  
Por suerte para mí, los libros siempre han formado parte de todos los miembros de mi familia y teniendo acceso a lecturas más adecuadas para las distintas edades por las que pasamos, tanto mis hermanos como yo seguimos siendo unos lectores empedernidos, aunque con el tiempo cada uno se ha decantado por un tipo de lectura.  
Entonces, la idea era introducirnos en el mundo literario con una serie de lecturas decididas por razones equivocadas (leer clásicos españoles) y por un grupo de personas que nada sabían de pedagogía.
Personas sin duda muy preparadas para la literatura, pero que no entendían que en edad infantil lo que necesitábamos era lectura infantil, posteriormente juvenil y con un largo camino andado disfrutando de esas lecturas más adecuadas, una gran mayoría de nosotros habríamos dirigido nuestros gustos a la literatura para adultos (cuando llegara el momento).
Todo esto solo cuando la literatura se hubiera convertido en parte de la vida, no en una imposición de textos a cual más pesado.
Esos errores a la hora de elegir la lista de lecturas en edades tan importantes son las que han hecho que se pierdan tantos lectores potenciales.
Rompo una lanza a favor de las nuevas listas de lectura.  Cuando veo las lecturas obligatorias de mi hijo desde que empezó el colegio me dio cuenta de que a pesar de otras deficiencias, al menos en cuestiones de lectura han decidido acercar los libros a los niños y no incrustar a los pobres niños en los libros.
Los nuevos lectores de hoy pueden ser los entusiasmados lectores de mañana.

4 comentarios:

  1. Me encanta la última frase. Lo cierto es que si pienso en mi afición lectora, debo reconocer que es más de casa que del colegio, de hecho literatura cunado llegó el momento no lo precisamente algo atractivo para disfrutar. Y meter las cosas así no resulta nada atractivo para que una termine aficionándose. Besos

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  2. En mi caso, creo que el colegio-instituto y la familia influyeron a partes iguales en mi afición. En nuestro colegio se fomentaban las matemáticas, no los libros, así que casi no teníamos lecturas obligatorias y las dos que hicimos se convirtieron en dos de mis libros favoritos: uno de ellos fue La llamada de lo salvaje de Jack London. Pero sé que es una excepción a la norma y que muchos de los adolescentes que les obligan a leer Don Quijote acaban aborreciendo la lectura.
    Un beso.

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  3. Yo creo que se deben combinar ambos tipos de lecturas. El problema no son los clásicos sino cómo se leen y se estudian sus obras...
    Besines y feliz tarde de domingo!

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  4. Yo también he notado el cambio de lecturas de los niños de ahora, lo cual me parece muy positivo porque estoy de acuerdo en todo lo que has dicho: El quijote no se escribió para que lo leyeran los niños, sino los adultos. Obligarles a leer eso solo puede traer como consecuencia que odien los libros.

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