sábado, 12 de febrero de 2011

CUANDO NO LEEMOS LAS PALABRAS REALES DEL AUTOR

La mayoría de las personas estamos acostumbradas a leer en nuestra lengua materna a autores de todas partes del mundo.  Los traductores son los que hacen posible ésto, los que  nos dan la oportunidad de leer aquello que no somos capaces de disfrutar en su idioma original.  
En principio es una idea magnífica, ¿quien conoce suficientes idiomas en profundidad como para poder leer en un idioma que no sea el suyo?. Sin duda habrá personas que dominen varios idiomas, pero no son tantos y la gran mayoría sólo se atreven con el suyo.  
De ésta forma la labor de los traductores se hace más que necesaria, pero, ¿son siempre capaces de captar el verdadero sentido que quiso dar el autor a sus palabras? ¿Se siente influenciado por cuestiones externas al texto que le lleva a "modificar" de alguna forma la traducción?  ¿Son éstas hipotéticas modificaciones importantes en el conjunto del texto hasta el punto de cambiar completamente el significado o son meros sinónimos con un mismo significado?
La verdad es que no me había planteado nada de ésto hasta que ayer mi hermano Candín me habló de un artículo que había aparecido en el periódico, y me lo recomendó.
No os añado nada más, vale la pena leerlo de principio a fin, aquí os añado el enlace:
http://www.elpais.com/articulo/Necrologicas/Lydia/Kuper/traductora/gran/literatura/rusa/elpepinec/20110210elpepinec_2/Tes

2 comentarios:

  1. COMENTARIO DE RAÚL (Llegado por e-mail)
    Muchas veces me he preguntado si eso que estoy leyendo es lo que escribió el autor en su idioma (inglés, francés, ruso, etc)
    Basta ver las barbaridades que se dicen en las películas dobladas al español o en los textos de los subtítulos de otras, para temblar pensando en qué indigesto pastiche nos estaremos comiendo como traducción al español en muchos libros.
    Hay traducciones confiables, porque sabes quién la hizo y quién es ese que la hizo. Ej.: "Memorias de Adriano", Marguerite Yoursenar. Traducción al español, Julio Cortázar.
    Tanto me ha preocupado este asunto que lo reflejé en un párrafo de aquel cuento mío, "Hablando de Roma":


    Roma es traductora. Mejor dicho: Roma traduce. Ser traductora, como ser cualquier otra cosa (arquitecto, artesano, curandero) implica desempeñar ese papel con dedicación, con entrega, sintiendo que uno es eso que hace. Ser algo es involucrarse. Roma, para sobrevivir, para comer y tener su casa, traduce. Punto.

    No necesito decir que lo hace bien. Muy bien. No sólo conoce el francés como a su propia lengua, sino que tiene ese don especial que le permite captar las sutilezas más escondidas, los giros más sabrosos, esas pequeñas delicias del texto original, tan difíciles de convertir a otro idioma, y trasvasarlos al español de forma impecable, perfecta, sin merma de su caudal de magia y poesía.

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  2. Algunas editoriales tienen tanta prisa por poner a la venta la última novela del autor de moda en las fechas señaladas, verano, Navidades, etc., que la traducción deja mucho que desear. En la página oficial de Stephen King hay un apartado dedicado exclusivamente a las barbaridades cometidas en las diversas traducciones de sus novelas. Claro que los seguidores de M. King son (somos)un poco frikis pero a poco que te fijes en algunas novelas hay contradicciones, párrafos "raros" que te dan que pensar: ¿fallo del autor o metedura de pata del traductor? He hablado de las prisas, aparte del tiempo que se le dedique creo que también influye en una buena traducción el dinero que la editorial esté dispuesta a gastar, los buenos traductores tendrán unas tarifas más elevadas que los traductores menos cotizados, que los primerizos o que los mediocres que de todo habrá. Y por supuesto está lo que comenta Raul, el conocimiento del alma del idioma que se traduce y al cual se traduce, de éstos creo que habrá pocos.

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