Un librero y aspirante a escritor de novela negra en la España de la posguerra. Después de que rechacen su novela número 16 y a punto de tirar la toalla, decide convertirse en el protagonista de su nueva novela y empieza a investigar un asesinato que se produjo en Getxo diez años antes. Cambia su nombre por uno más adecuado para un investigador privado y empieza sus pesquisas.
El asesinato sin resolver es la trama de la novela que quiere escribir nuestro protagonista y la escusa perfecta para convertirse en ese personaje que le gustaría ser: el detective privado.
Es una novela que se sigue con ganas y que hace un pequeño retrato de una época para algunos de nosotros no conocida y para otros ya olvidada. El despertar de los sueños después de una guerra, los secretos, las verdades a medias y los miedos que no se pueden superar hacen un todo en esta novela que se lee del tirón y con ganas de saber no sólo al asesino y sus razones, sino el futuro que le espera a Sancho Bordaberri o mejor Samuel Esparta.
Ramiro Pinilla es uno de los narradores en castellano más sobresalientes en el País Vasco. La obra literaria de Ramiro Pinilla se ha ido forjando en la sombra, en el extrarradio de los circuitos comerciales y a través de Libropueblo, una pequeña editorial fundada por él mismo y que sólo distribuye en Bilbao y a precio de coste. En ella, y desde que quedó finalista del premio Planeta en 1972 (después de ganar el premio Nadal en 1960 por Las ciegas hormigas), el novelista vasco publicó Recuerda, oh recuerda (1974), Primeras historias de la guerra interminable (1977), La gran guerra de Doña Toda (1978), Andanzas de Txiki Baskardo (1980), Quince años (1990) y Huesos (1997). Ramiro Pinilla se ha lanzado recientemente a los brazos de una gran editorial como es Tusquets para publicar la trilogía Verdes valles, colinas rojas, un ambicioso fresco sobre la historia reciente del País Vasco.
Me resulta de lo más simpático este personaje de Sancho, devoto admirador de los grandes de la novela negra como Hammett y Chandler, que sabiéndose mediocre imitador del género que a ellos les encumbró, decide encarnarse en detective de traje, corbata y sombrero de ala ancha para resolver un crimen olvidado. Pero a nuestro librero metido a detective le interesan más los motivos literarios que los puramente detectivescos. El sólo quiere escribir una buena novela y llega a la conclusión de que sacarla de la realidad en mucho más fácil que inventarla e investiga para poder conocer la verdad de lo que escribe.
ResponderEliminarEs en este juego entre realidad y ficción donde surge la frescura de la narración que te engancha desde el principio y se desarrolla con la misma fuerza hasta el final.
Reseñable la inclusión de un par de personajes en esta historia. La primera Koldobike, abnegada empleada dispuesta a todo por su jefe, desde teñirse el pelo de rubio platino para estar a la altura de Samuel Esparta, hasta embutirse en una falda tubo que la deja sin respiración para ejercer de fiel secretaria y hasta hacer de experimentada enfermera cuando las cosas se tuercen. El segundo es Luciano Aguirre, un falangista con cierta sensibilidad literaria que se dedica a escribir poesías para gloria y ensalzamiento del régimen, que quiere también escribir su propia novela a partir del mismo crimen y que quiere aprender a toda costa el realismo literario, demostrando así lo imposible de intentar alcanzar el arte a golpe de voluntad.
Una trama bien construida, simpática, desenfada y muy entretenida. La frase del final “… estoy pensando en otros abismos insospechados a los que me puede conducir.” me hace pensar que tal vez no serán estas las últimas andanzas de Samuel Esparta, algo que sin duda me alegrará enormemente.