sábado, 20 de febrero de 2010

LIBROS DE CABECERA

Siempre me ha gustado la expresión "Libros de cabecera", por que parece que con esa sola frase ya tenemos un libro que nos va a solucionar todos los problemas.  Lógicamente nada que ver con el significado real, que se refiere más bien a esos libros que se basan de alguna forma en nuestra forma de pensar.
Personalmente prefiero otro significado para la frase que sin solucionarnos la vida, parece que en momentos puntuales nos van a ayudar a ver las cosas con más optimismo.  Dentro de ésta última acepción podríamos hablar quizás de libros de poesía, de autoayuda o de citas.  Creo, que la novela, a menos que esté plagada de frases que tengan un significado especial para nosotros es dificil que se convierta en un libro de cabecera.  Y ¿cuál es el mejor sito para tener este tipo de libros?. Yo creo, que la mesilla de noche, ese sitio donde cuando por fín ha terminado el día y nos disponemos a descansar podemos colocar algunos libros en los que en poco tiempo consultar quizás esa frase que nos haga cerrar los ojos con una sonrisa en los labios.   Ultimamente he añadido a mi biblioteca un libro que se podría encuadrar dentro de este "género": "Amor" de Paulo Cohelo.  Un libro de citas sobre el amor, la pasión, la amistad, la bondad y un montón de ideas bonitas.

1 comentario:

  1. Siempre tengo un par de libros en la mesita de noche, pocas veces puedo entregarme al sopor nocturno sin antes haber leído un buen número de páginas de la historia en la que estoy involucrada en esos momentos ¿Se les podría llamar a éstos libros de cabecera? Físicamente están en el lugar apropiado para darles tal nombre.
    Por supuesto la acepción de la frase libros de cabecera a la que se refiere Mariuca es mucho más interesante. Esos libros por los que se manifiesta una especial preferencia, que como un espejo reflejan todo lo que tú siempre has pensado y a los que se suele recurrir con frecuencia porque sabes que lo que allí dentro está escrito te dijo algo que quieres volver a escuchar. A éstos les reservo un lugar especial en la estantería.
    En este sentido me decanto por la poesía de dos grandes clásicos de las letras españolas.
    Siento una especial admiración por el gran Quevedo, recordado sobre todo por su poesía satírica y burlona. Sin embargo su poca conocida poesía amorosa (en especial sus sonetos) es a mi entender uno de los máximos exponentes de la lírica española. Amor constante más allá de la muerte es uno de los más bellos sonetos de amor que he leído hasta ahora. Un poema que describe un amor de tal profundidad que resulta inolvidable incluso después de la muerte: “serán ceniza, más tendrá sentido; polvo serán, más polvo enamorado”. Sencillamente sublime.

    Y por supuesto me fascina, me emociona, me conmueve y me enamora el último e inimitable gran romántico de todos los tiempos. Sus poemas tienen la emoción de lo vivido, del recuerdo, de las experiencias convertidas en sentimientos. Un universo dividido entre el sueño y la razón. Me estoy refiriendo por supuesto a mi adorado Gustavo Adolfo Bécquer.
    Los he releído hasta la saciedad y me aferro a ellos como a una auténtica tabla de salvación en tiempos revueltos.
    Y ahora voy a confesaros un secreto: Justo al lado de estos dos grandes de las letras, en ese rinconcito especial, tengo varios libros de tiras de Mafalda. Esta niña comprometida y preocupada por el mundo, luchadora social incansable, con unos ideales tan sensatos y sencillos, que emite desde su sillita sentencias tan inocentes en apariencia pero tan profundas en su significado, tiene la habilidad de hacerme pensar en cómo es posible que los adultos podamos llevarlo todo tan mal, me hace mirar las cosas con otra perspectiva. No necesito libros de autoayuda, tengo a Mafalda y su pandilla para levantarme el ánimo.

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